martes, 29 de enero de 2013

Once Upon a Time in the South


Cuando Sergio Leone terminó de rodar Hasta que llegó su hora, el subgénero del spaghetti western cerraba por la puerta grande su paseo por la historia. Aquella huella dejó marca en un joven Quentin Tarantino. Su fascinación por Leone, compartido con dos iconos más como lo son Sergio Corbucci, director de la genuina Django (1966), o el compositor Ennio Morricone, le llevaron a querer, amar y desear tanto el subgénero que en sus películas ha colado, distinguibles, varios guiños, véase Kill Bill o Malditos Bastardos. Pero si Tarantino quería dar un paso más allá en su particular universo del spaghetti, eso era rodando Django desencadenado.

Tarantino no tiene término medio. Es un director que o se le quiere o se le odia. Y eso queda claro con todas sus películas. Ni la mejor, a título personal, de su carrera (Pulp Fiction) es de crítica unánime. En Django desencadenado ofrece una distorsión del género que ahora denomina southern. La historia, la de Django (Jamie Foxx). Un esclavo cautivo de unos negreros malavenidos con la llegada del cazarrecompensas dr. King Schultz (Christoph Waltz). Puesto en libertad, con varias dosis de acción que Tarantino suministra bien para realizar una de sus mejores parcelas: el comienzo (homenajeando con la sintonía a la original Django), ambos ponen el objetivo de capturar a los hermanos Brittle, a los que Django conoce bien. Todo cambia cuando tras la muerte de los hermanos, Django acepta ser el socio de Schultz con la promesa de buscar a su esposa, Broomhilda (Kerry Washington), vendida como esclava y recalada en la rica finca de un particular Calvin Candie (Leonardo DiCaprio).

Tarantino ha puesto a trabajar toda la maquinaria de la fábrica de ideas que tiene por cabeza para una historia algo tergiversada, que podría destacar más si el montaje no hubiera sido el que ha sido. En las más de dos horas y media que dura la película, da varias lecciones de cómo rodar, al igual de otras de qué hay que evitar. No se le niega ser un tío perspicaz detrás de las cámaras, algo que sale a la luz con los giros bruscos de cámara, los planos detalle o los primerísimos primeros planos. Su humor ácido y negro aparece donde menos se podría esperar. Es capaz de mostrar la dureza de la esclavitud, intercalada con una muerte con cierto tono jocoso, como de hacer reír al espectador a carcajada limpia con la escena del Ku Kux Klan.

Su punto fuerte sigue siendo el trato que da a sus secundarios. Más que sobresaliente Christoph Waltz, quien tras su paso por el purgatorio como Hans Landa, vuelve con sentimientos. Cosa entrañable para un secundario de oro. No se le quita mérito al antagonista Candie. Leonardo DiCaprio no acostumbra a dejarse ver como malo, y aunque guarde cierta semejanza con el papel de Daniel Day-Lewis en Gangs of New York, el terrateniente racista e infantil que encarna no quedará lejos de ser uno de sus papeles más reseñables. Junto a él se nos cuela un clásico: Samuel L. Jackson. Su peculiar relación con Candie no quedaría más allá de señor y esclavo, pero sus peculiaridades en la forma del trato, de carácter servicial de cara al público pero de iguales a solas, es de comentario innegable. Ambos conforman un tándem especial, el del discurso correcto y formal y el, vulgarmente, de pueblo. Tarantino juega sutilmente vacilando entre los comentarios formales y con modales de los miembros de la alta sociedad con los vulgarismos de la clase llana, ejemplo como es el de Samuel L. Jackson. No podría decir lo mismo de la importancia en la película de Jamie Foxx. Primera intervención con el de Knoxville y no ha estado a la altura de lo previsto. Su papel no anda bien fijado en el guión, y su carácter a veces incomprensible no ayuda a la película. Su "cojera" en la película no invita a querer que Tarantino repita con él. También tirón de orejas para su director, quien tiene una manía especial de verse delante de las cámaras, cuando sus cameos o no dicen nada o pasan por prescindibles.

Quizá en modo de innovación ha dejado parte de su estela atrás. Que nadie busque una escena que dé paso a los créditos iniciales, ni un desarrollo en forma de capítulos. Si al comienzo Tarantino quiso homenajear a la original Django, dándole a su protagonista, Franco Nero, dos minutos de gloria en la cinta, el resto termina siendo una mezcla de guiños y banda sonora que pueden dejar descompuesto. Nada concuerda en los estados sureños en la antesala de la Guerra de Secesión si se mezcla rap, soul, sinfónico y coral. Pero ahí está Tarantino, para saltarse los manuales e ingeniárselas para dejar su propia marca. Y si algo no podía faltar era el aluvión de sangre. No en cantidades industriales como Kill Bill, pero sí a cachos, como pasaba en Malditos bastardos, en mitad de escenas que recuerdan a los añorados duelos de forajidos de las películas de Leone.

El genuino director termina granjeando una mezcla de western con southern del que maman sus alocadas ideas, reformuladas con tiempo y dedicación desde Reservoir Dogs hasta la fecha, mejorando su técnica pero sin dejar de vislumbrar cuáles fueron sus orígenes. Django desencadenado termina siendo una obra que mezcla todo lo mejor y lo peor de Tarantino. Termina por ser un batiburrillo entre lo ingenioso y descomunal, por una parte, y lo más exagerado, vulgar y grosero del lugar, por otra, pero todo queda amortizado por el nombre, que es el que vende.

Datos a tener en cuenta:
Director: Quentin Tarantino
Reparto: Jamie Foxx, Christoph Waltz, Leonardo DiCaprio, Samuel L. Jackson, Kerry Washington...
Género: drama, western
Nacionalidad: estadounidense
Estreno en España: 18 de enero de 2013
Duración: 165 minutos aprox.
Clasificación: no recomendada para menores de 16 años
Valoración personal: 7

1 comentario:

  1. Una decepción 'Django', no me esperaba un clásico pero sí una película más divertida. Apenas aparecen esos diálogos crujientes marca de la casa, y como siempre, qué pena que sus pelis estén tan vacías. ¿Cuándo encontrará messieur Tarantino algo para lo que tan bien sabe hacer: contar? Un saludo!

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